A2.1.3. Las virtudes teologales (3): Caridad

A2. Moral especial-α. 1. Los deberes para con Dios. 3. Las virtudes teologales (3): Caridad.

La Caridad es la virtud cristiana por excelencia (1 Cor. 13, 13), el fin de la misma ley (1 Tim. 1, 5) y el vínculo de toda perfección (Col. 3, 14). Jesús dice en el Evangelio que la caridad constituye el primero y el mayor de todos los mandamientos (Mt. 22, 38) y que de ella pende toda la Ley y los Profetas ( Mt. 22, 40). Santo Tomás comienza su De Caritae preguntando si la caridad es amistad (II-II, 23, 1). Contesta afirmativamente, y explica de qué modo la caridad es una amistad entre Dios y el hombre. Por eso la caridad es inseparable de la gracia, porque es una realidad creada, un hábito sobrenatural infundido por Dios en el alma. La caridad es una virtud teologal infundida por Dios en la voluntad, por la que amamos a Dios por sí mismo sobre todas las cosas y a nosotros y al prójimo por Dios.

No siendo la moral cristiana otra cosa que el “ascenso de la criatura racional hacia Dios”1, nada interesa más en teología moral que conocer de qué manera se produce ese movimiento de ascensión, que coincide con el desarrollo o crecimiento de la caridad, y que arrastra consigo todas las demás virtudes. No crece por adición o suma, sino por una mayor radicación en el sujeto.

La caridad, lo mismo que las demás virtudes, no aumenta más en el alma por cualquier acto imperfecto, sino sólo por actos más intensos. Esto tiene una importante consecuencia práctica: el crecimiento de la caridad y por consiguiente el aumento en perfección cristiana es imposible a base de actos tibios o imperfectos. Sólo el amor de Dios cada vez más intenso puede conducir al alma hasta mayores cotas de perfección. De esto se deduce que:

  • Vale más un acto intenso que mil tibios o imperfectos.
  • Un justo perfecto agrada más a Dios que muchos tibios o imperfectos.
  • La conversión de un pecador a una gran perfección agrada más a Dios y le glorifica más que la conversión de muchos pecadores a una vida tibia e imperfecta.

Y no puede encontrar un tope o máximo en esta vida, porque por más que crezca jamás podrá alcanzar la amabilidad infinita de Dios. Santo Tomás distingue tres etapas en el desarrollo de la caridad:

En el primer grado, la preocupación fundamental del hombre es la de apartarse del pecado y resistir a sus concupiscencias, que se mueven en contra de la caridad. Y esto pertenece a los incipientes, en los que la caridad ha de ser alimentada y fomentada para que no se corrompa.
En el segundo grado, el hombre trata principalmente de adelantar en la virtud. Y esto pertenece a los proficientes, que se preocupan ante todo de aumentar y corroborar la caridad.
En el tercer grado el hombre tiende principalmente a unirse con Dios y gozar de Él. Y esto pertenece a los perfectos, que desean morir para estar con Cristo

Santo Tomás, Phil. 1, 23,

Como se deduce, el primer grado coincide con la llamada vía purgativa, en la que el hombre se preocupa ante todo de conservar la caridad, evitando el pecado mortal. El segundo corresponde a la vía iluminativa, en la que el hombre trata de adelantar positivamente en la virtud, evitando además el pecado venial. Y el tercero se identifica con la vía unitiva, en la que el hombre se ejercita en el amor y unión íntima con Dios, evitando incluso las imperfecciones voluntarias.

De esto se pueden obtener las siguientes conclusiones:

a) El hombre tiene obligación de amar a Dios con amor de caridad sobrenatural, o sea, por su propia e intrínseca bondad, infinitamente amable en sí misma.

b) El amor a Dios ha de ser ibjetiva y apreciativamente sumo, o sea, hay que amarlo y estimarlo sobre todas las demás cosas; pero no se requiere una mayor intensidad subjetiva o sensible.

c) Hemos de amar a Dios con todas las fuerzas y de todos los modos posibles con que se le puede amar.

d) La caridad habitual es necesaria absolutamente a todos los hombres con necesidad de medio para la salvación.

e) La caridad actual (o sea, el acto de amor de Dios) es necesaria con necesidad de medio para la salvación a todos los pecadores adultos que no puedan recibir el sacramento del bautismo o de la penitencia.

f) La caridad actual es necesaria por precepto divino a todos los adultos con uso de razón.

Pecados opuestos a la caridad con Dios:

a) El odio a Dios

b) La acedia

c) El amor desordenado a las criaturas

Notas: a) Imagen del encabezamiento: GiovanniBellini_TheFeastOf TheGods (1514-1529) (Fuente: https://artvee.com/). b) Texto elaborado a partir de extractos resumidos de: ROYO MARIN, Antonio. Teología moral para seglares (1964).

  1. Santo Tomás, Suma Teológica, I, 2 pról. ↩︎

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