A2.2.1. Los deberes para consigo mismo (1): Caridad

A2. Moral especial-α. 2. Los deberes para consigo mismo. 1. Caridad.

El amor de caridad para consigo mismo se extiende a nuestra propia persona y a todo cuanto nos pertenece, tanto en el orden natural como en el sobrenatural, ya que todo debe relacionarse con Dios. Para proceder con orden se examinan por separado cuanto se refiere a ambas.

I. CON RELACIÓN A LA VIDA NATURAL.

El hombre tiene obligación de amar su propio cuerpo y conservar su propia vida natural en virtud del precepto de la caridad consigo mismo. El cuerpo no debe amarse por sí mismo, sino por Dios, en cuanto instrumento del alma para ofrecer honor a Dios y practicar la virtud (Rom. 6; 13-19). El deber de conservar la vida natural prohíbe hacer nada contra la salud del cuerpo y manda emplear los medios ordinarios para recuperarla cuando se la ha perdido.

Sin embargo, es lícito practicar la mortificación voluntaria, incluso severa, para expiar los pecados propios o ajenos. Se `puede también, y a veces se debe, inmolar la propia vida en aras de la caridad para con el prójimo o del bien común temporal (por ejemplo, al dedicarse al cuidado de enfermos contagiosos).

El hombre debe procurarse, por caridad para consigo mismo, un porvenir humano digno y decoroso, de acuerdo con sus aptitudes personales y ambiente social en que vive. Esforzarse honestamente por mejorar de estado y condición social no solamente es lícito, sino que es obligatorio, bajo el control y régimen de la caridad para consigo mismo.

Pecados opuestos

a) El suicidio. La vida es un beneficio irrenunciable, que Dios nos ha dado para administrar de acuerdo con sus leyes, no para que dispongamos de ella a nuestro arbitrio.

b) La propia mutilación. Por el mismo motivo que antes se indicaba, el hombre no puede disponer de sus miembros corporales sino para los usos determinados lícitos a través de las leyes de la naturaleza. Sin embargo, como las partes son para el todo, es lícito mutilar algún miembro del cuerpo humano cuando así lo exige mantener la vida de todo el cuerpo.

c) Atentar contra la propia salud. No es lícito abreviarse directamente la vida, puesto que no es nuestro el dominio sobre ella.

d) Deseo de la propia muerte. Esto puede ser un pecado, una imperfección o una obra virtuosa, según los motivos y la finalidad. Pero como principio no es lícito desearla por no llevar las molestias ordinarias de la vida, con cierta rebeldía contra Dios, que nos las da para nuestro crecimiento.

e) Descuido de los bienes humanos. La caridad para consigo mismo obliga a procurarse un digno porvenir humano dentro de la sociedad, y administrar rectamente los bienes propios, sin tacañería ni prodigalidad. Así, peca más o menos gravemente quien por descuido o negligencia culpable dejan de labrarse ese porvenir (jóvenes holgazanes, etc), pudiendo esto trasladarse a una falta contra la justicia por las carga que representa para los padres, generando cargas añadidas innecesarias, etc.

II. CON RELACIÓN A LA VIDA SOBRENATURAL.

La vida sobrenatural es incomparablemente más importante que la natural. Por tanto, la caridad consigo mismo nos obliga a evitar cualquier pecado, por mínimo que sea, aún a costa de la propia vida. Esta es conclusión clara si se tiene en cuenta la distancia infinita entre el orden natural y el sobrenatural, y la infinita superioridad de éste sobre aquél.

La caridad para consigo mismo nos obliga a procurar con todo empeño el desarrollo de la vida sobrenatural en nuestras almas hasta alcanzar las cumbres de la perfección cristiana.

Pecados opuestos

a) Los que viven en pecado mortal, con grandísimo peligro de que la muerte les sorprenda en ese estado, acarreándose el mayor de los daños posibles, que es la condenación eterna.

b) Los que no mortifican sus pasiones desordenadas o se exponen a grave peligro de pecado.

c) Los que descuidan por completo su vida sobrenatural o no se esfuerzan en adelantar en los caminos de la perfección cristiana.

Todo pecado, por muy ligero que sea, constituye en realidad un atentado contra la caridad para consigo mismo, y todo esfuerzo por aumentar en nosotros la gracia santificante constituye el mayor acto positivo de caridad que podemos hacer para con nosotros mismos.

Notas: a) Imagen del encabezamiento: JulesBreton_UneSarcleuse (1883) (Fuente: https://artvee.com/). b) Texto elaborado a partir de extractos resumidos de: ROYO MARIN, Antonio. Teología moral para seglares (1964).

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