02. Moral fundamental. 4. Las virtudes. 2. Adquiridas.

Se llaman así los hábitos operativos buenos que el hombre puede adquirir con sus solas fuerzas naturales. De este modo se diferencian de las disposiciones innatas y de las virtudes infusas, que sólo se pueden poseer por divina y gratuita infusión. Estas virtudes pueden ser:
I. Virtudes intelectuales: aquellas que perfeccionan al entendimiento en orden a sus propias operaciones. Son:
a) Entendimiento: dispone para percibir rápidamente los primeros principios.
b) Ciencia: dispone para deducir con facilidad y prontitud, por sus causas propias y próximas, las conclusiones que se derivan de los principios conocidos.
c) Sabiduría: dispone al conocimiento de las cosas por sus últimas y supremas causas.
d) Prudencia: dispone a la recta razón en el obrar. Realmente dirige a todas las demás, y ninguna de ellas puede ser perfecta sin la prudencia.
e) Arte: dispone a la recta razón de lo factible, es decir, de las cosas exteriores que se han de realizar. Desde la antigüedad se conocen las cinco clásicas artes: arquitectura, escultura, pintura, música y literatura.
II. Virtudes morales: se llaman así las que tienen por objeto inmediato y directo la honestidad de los actos humanos. Regulan la vida moral del hombre, poniendo orden en su entendimiento, voluntad y pasiones. Santo Tomás analiza más de cincuenta, pero se agrupan en dos clases, las cardinales y las derivadas.
a) Virtudes cardinales: cada una de ellas contienen las llamadas partes integrales, partes subjetivas y partes potenciales:
- Partes integrales: ayudan a la propia virtud cardinal para que produzca su acto virtuoso de una manera íntegra y perfecta.
- Partes subjetivas o esenciales: especies en que se subdivide la propia virtud cardinal.
- Partes potenciales: son las virtudes derivadas o anejas, se parecen algo a la virtud cardinal que las cobija pero no tienen su misma fuerza o se ordenan a actos secundarios.
Las virtudes cardinales son:
- Prudencia: dirige al entendimiento práctico en sus determinaciones.
- Justicia: perfecciona la voluntad para dar a cada uno lo que corresponde.
- Fortaleza: refuerza el apetito irascible para tolerar lo desagradable y acometer lo que debe hacerse a pesar de las dificultades.
- Templanza: pone orden en el recto uso de las cosas placenteras y agradables.
b) Virtudes derivadas: constituyen las llamadas partes potenciales de las virtudes cardinales.
Las virtudes morales se encuentran en el punto medio entre dos vicios opuestos, uno por exceso y otro por defecto. Ocupa justo ese término medio, poniendo el recto orden de la razón para que no decline hacia ninguno de los dos lados (extremos viciosos). Por ejemplo, la fortaleza ocupa el punto medio entre la timidez o cobardía y la audacia o temeridad. No hay que confundir el término o punto medio con la mediocridad: la virtud ha de tender siempre a perfeccionarse. También hay que distinguir entre el medio de la cosa y el medio de la razón: el primero sigue a la naturaleza misma de la cosa, y es el mismo para todos en cualquier circunstancia que nos encontremos (por ejemplo, la justicia exige dar exactamente lo debido a cada uno, ni más ni menos). El segundo es subsidiario del sujeto y de sus particulares circunstancias, no es el mismo para todos.
Notas: a) Imagen del encabezamiento: ErasmusQuellinusTheYounger_LaboreEtConstantia (1640) (Fuente: https://artvee.com/). b) Texto elaborado a partir de extractos resumidos de: ROYO MARIN, Antonio. Teología moral para seglares (1964).