02. Moral fundamental. 4. Las virtudes. 3. Infusas.

Las virtudes infusas son unos hábitos operativos infundidos por Dios en las potencias del alma para disponerlas a obrar sobrenaturalmente según el dictamen de la razón iluminada por la fe. Es decir:
- Es hábito operativo (como toda virtud) infundida por Dios (la diferencia más radical respecto a las demás). Las otras virtudes se adquieren por repetición de actos, los sobrenaturales sólo pueden adquirirse por divina infusión.
- En las potencias del alma, porque precisamente tienen por objeto perfeccionarlas elevando sus actos al orden sobrenatural y divino.
- Para disponerlas a obrar sobrenaturalmente, por lo que hay un abismo entre las otras virtudes naturales y éstas.
Se dividen en:
1. VIRTUDES TEOLOGALES
Son principios operativos con los cuales nos ordenamos directa e inmediatamente a Dios como fin último sobrenatural. Tienen al mismo Dios por objeto material y por ello son estrictamente sobrenaturales, sólo Dios puede infundirlas en el alma.
a) Fe. Nos une con Dios como Primera verdad.
b) Esperanza. Nos hace desear a Dios como sumo bien para nosotros.
c) Caridad. Nos une con Dios en amor de amistad, en cuanto infinitamente bueno en sí mismo. Es la más excelente de las tres, porque es la que más íntimamente nos une con Dios.
2. VIRTUDES MORALES
En el orden sobrenatural de las virtudes morales, son aquellas virtudes infusas que tienen por objeto inmediato y directo la honestidad de los actos humanos en orden al fin sobrenatural. No se refieren al mismo fin como las teologales, sino a los medios para alcanzarlo. En número son muchas, tantas como sus correspondientes adquiridas. Las propiedades de las virtudes morales en el orden sobrenatural son:
- Acompañan siempre a la gracia santificante y se infunden juntamente con ella.
- Se practican imperfectamente, a no ser que sean perfeccionadas por los dones del Espíritu Santo.
- Dan facultad o potencia intrínseca para realizar actos sobrenaturales, pero no facilidad para realizados (a diferencia de las virtudes adquiridas, que sí la dan porque provienen únicamente de la repetición de actos).
- Desaparecen al perder el alma la gracia por el pecado mortal, excepto la fe y esperanza, que quedan informes como un último recurso de la misericordia divina para la conversión.
2.1. Virtudes cardinales
En el orden sobrenatural, las virtudes cardinales son las mismas que las virtudes morales de orden natural:
- Prudencia: dirige al entendimiento práctico en sus determinaciones.
- Justicia: perfecciona la voluntad para dar a cada uno lo que corresponde.
- Fortaleza: refuerza el apetito irascible para tolerar lo desagradable y acometer lo que debe hacerse a pesar de las dificultades.
- Templanza: pone orden en el recto uso de las cosas placenteras y agradables.
2.2. Virtudes derivadas
Constituyen las llamadas partes potenciales de las virtudes cardinales.
3. DONES DEL ESPÍRITU SANTO
Son hábitos sobrenaturales infundidos para recibir y secundar con facilidad las mociones del propio Espíritu Santo. Cada uno de ellos tiene como misión directa la perfección de alguna de las siete virtudes fundamentales (teologales y cardinales). Tienen por objeto acudir en ayuda de las virtudes infusas en casos imprevistos y graves en que el alma no podría acudir al recurso lento de la razón, pero sobre todo, perfeccionan los actos de las virtudes dándole la modalidad divina propia de los dones. Son:
3.1. Dones que residen en la razón
- El don del entendimiento (para penetrar la verdad): perfecciona la virtud de la fe, dándole penetración de los grandes misterios sobrenaturales.
- El don de la Sabiduría (para juzgar rectamente de las cosas divinas): perfecciona la virtud de la caridad, dándole modalidad divina.
- El don de la Ciencia (para juzgar rectamente de las cosas creadas): perfecciona la virtud de la fe, enseñándole a juzgar rectamente de las cosas creadas, viendo en todas ellas la huella o vestigio de Dios, que imprime belleza y bondad inefables.
- El don del Consejo (para juzgar rectamente de la conducta práctica): perfecciona la virtud de la prudencia, no sólo en grandes decisiones, también en los pequeños detalles.
3.2. Dones que residen en la virtud apetitiva
- El don de la Piedad (en orden a los demás): perfecciona la virtud de la justicia, enseñándole un afecto filial hacia Dios considerado como Padre y un sentimiento de fraternidad universal con todos los hombres.
- El don de la Fortaleza (en orden a sí mismo y contra el temor a los peligros): perfecciona la virtud de la fortaleza, enseñándola a alcanzar el heroísmo más perfecto.
- El don del Temor (en orden a sí mismo y contra la concupiscencia desordenada): perfecciona la virtud de la esperanza, en cuanto arranca de raíz el pecado de presunción, y la virtud de la templanza.
Notas: a) Imagen del encabezamiento: MoritzVonSchwind_ApparitionInTheForest (before 1858) (Fuente: https://artvee.com/). b) Texto elaborado a partir de extractos resumidos de: ROYO MARIN, Antonio. Teología moral para seglares (1964).