00. La verdad

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En filosofía se distingue la verdad metafísica de la verdad lógica.

La verdad metafísica, también aprehendida por la inteligencia pero no sólo por ella, es aquel o aquellos juicios que son conforme a la realidad invisible. No es posible contrastar estas ideas o juicios con el mundo material. No obstante, poseemos facultades para poder contrastarla, facultades que se encuentran en el entendimiento interior. Resuena la frase de Platón que lo ejemplifica: “La belleza es reflejo de la verdad”.

La verdad lógica, aprehendida por la inteligencia, es aquel o aquellos juicios que son conformes con la realidad visible. Si la idea que tenemos o el juicio de la razón se ajustan a la realidad externa a la que se refiere, hay verdad lógica. Es pues necesario un mundo material con el que poder contrastar estas ideas o juicios.

1. La verdad

Así, pues, en ambos casos, la verdad es un sistema de conclusiones alcanzadas mediante el ejercicio de la razón -lógica o metafísica-. Conocer las leyes de funcionamiento de las leyes que gobiernan el mundo -físico o metafísico- es un bien para el hombre: el bien de su inteligencia. Lo es porque le confiere dominio sobre todo lo creado, y facultad para ejercer ese dominio con las virtudes de la Justicia y la Caridad.

Estas son y así son las verdades que por cuya posesión busca el hombre: la verdad del orden físico, o de la naturaleza inanimada y sensible, y la verdad del orden racional, jurídico y moral, de la naturaleza intelectual. Incluso la verdad del orden espiritual. Todo esto, ni más ni menos, está al alcance del hombre, si bien tiene también que lidiar con la ignorancia y el error.

2. La ignorancia

Ignorancia es la carencia de conocimiento, de aquel que debería sernos propio o debido. No es ignorante el que no sabe, sino el que no sabe lo que pudiera o debiera saber.

En la frase anterior resuena una clasificación moral de ignorancias, que las distingue entre culpables e inculpables. En las primeras interviene la voluntad como causa de la ignorancia -se es ignorante porque se quiere ser-, y en la segunda no.

Hay una ignorancia llamada de mala disposición, sobre la que un profesional docente debe fijar atención particular, porque es una ignorancia que incapacita para el logro de la verdad, desviando la mente del recto camino que conduce a ella. Es aquella que crea mentalidades, formas y modos de ver y de enjuiciar, en los que no cabe la fórmula precisa que encaja en la verdad. Cuanto es meritorio para la enseñanza del conocimiento o verdad es digno de reproche la enseñanza del opuesto, cuando el individuo se dedica a cegar las fuentes de luz, arrojándoles mentira, calumnia, deformación maliciosa de la historia, etc. Esto es fruto del egoísmo, que engendra lazos para aprisionar a incautos, a costa de la desgracia de mercar una felicidad indigna.

3. El error

El error es el juicio equivocado sobre una cosa. Si la ignorancia es una privación, el error es la superposición de un juicio no correspondiente sobre el juicio verdadero. En el error hay un juicio o idea que no corresponde con la realidad.

De esto también se deduce una elemental clasificación moral de errores, que los distingue entre voluntarios e involuntarios. Los voluntarios pueden ser culpables.

El error es un mal entendimiento que, unas veces por justicia y otras por caridad, se tiene obligación de evitar. La gravedad de esta obligación reside en la naturaleza de la cosa sobre la que se erra, a los efectos que en el orden natural, social o moral pueda causar.

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