B2. Moral especial-β. 1. Deberes individuales de justicia. 4. Respetar el honor.

Este deber de justicia con los demás viene a coincidir con el octavo mandamiento del Decálogo, que prohíbe el falso testimonio contra el prójimo, que lesiona siempre su fama y a menudo también sus intereses materiales. Suele incluirse también la mentira, en general -“no dirás falso testimonio ni mentirás”, por la evidente afinidad que existe entre ambas.
1. La veracidad.
La veracidad, desde el punto de vista moral, como una de las virtudes derivadas de la justicia, se define como la verdad que inclina a decir siempre la verdad y a manifestarnos al exterior tal como somos interiormente1. Como cualquier otra virtud, su práctica es obligatoria en el orden moral.
La palabra no tiene otra finalidad natural que la expresión del pensamiento, y en todo lenguaje el signo debe adecuarse a la cosa significada. Cuando se obra en contrario se violenta el orden natural de las cosas. Además, la veracidad es esencial en la vida social: “Por ser animal sociable, el hombre debe a los demás cuanto sea necesario para la conservación de la sociedad. Ahora bien, no sería posible la convivencia entre hombres si no se fiaran entre sí, convencidos de que se dicen mutuamente la verdad. Luego es obligatorio decir siempre la verdad”2.
Las partes integrales de la veracidad son: la fidelidad, que inclina a la voluntad a cumplir exactamente lo prometido; y la simplicidad, que rectifica la intención apartándonos de la doblez. Se oponen a la veracidad:
a) Por defecto:
- La mentira
- La hipocresía
- La jactancia
- La ironía
b) Por exceso:
- La violación de secretos, que es una manifestación indiscreta de una verdad que debería permanecer oculta.
2. La fama y honor del prójimo.
Se entiende fama como la buena o mala opinión que se tiene de una persona. El derecho a la buena fama -sustentada por su buena conducta- es natural al hombre. Nadie debe ser considerado como malo mientras no se demuestre que lo es, de ahí que la injusta difamación del prójimo constituya un pecado contra la justicia estricta, que obliga a restituir.
Se entiende el honor como el testimonio de la excelencia de alguien. Ante Dios, que escruta los corazones, es suficiente el testimonio de la conciencia, pero ante los hombres se requieren signos exteriores.
Se oponen a cada uno:
a) A la fama
- La sospecha o juicio temerarios, cuando sin fundamento suficiente se duda de la conducta o intención del prójimo.
- La difamación, o denigración injusta del prójimo ausente. La simple detracción consiste en manifestar, sin justa causa, un vicio o defecto oculto del prójimo. Si se critican sus defectos públicos recibe más bien el nombre de murmuración. La calumnia consiste en imputar falsamente al prójimo un crimen que no ha cometido.
- La susurración, o la injusticia del que siembra cizaña entre amigos con el fin de disolver su amistad. Es falta grave sobre todo cuando se motiva como procedimiento para conseguir algún fin concreto.
- El falso testimonio, o afirmar como testigo algún hecho falso en favor o perjuicio de alguien. Con excepción de excusantes, como secreto profesional o conocimiento de algo por medios injustos o ilícitos, el falso testimonio envuelve una triple deformidad: perjurio (violación del juramento), injusticia (daño injusto al prójimo) y mentira (falsedad testificada).
b) Al honor
- La contumelia, o injusta lesión del honor causada al prójimo en su misma presencia.
- La burla, o echar en cara al prójimo sus culpas o defectos en forma jocosa para avergonzarle ante los demás.
- La maldición, o invocar un mal contra alguien.
Es importante incidir en que las faltas contra esta virtud de la fama y honor exigen siempre reparación, de forma proporcionada a la causa y perjuicio efectuado. Así, por ejemplo, lo ilustra Santo Tomás: “Estamos obligados a tener el ánimo dispuesto a tolerar las afrentas si ello fuese conveniente; mas algunas veces conviene que rechacemos el ultraje recibido, principalmente por dos motivos. En primer término, por el bien del que nos infiere la afrenta, para reprimir su audacia e impedir que repita tales cosas en el futuro, según aquel texto de los Proverbios: `Responde al necio como merece su necedad, para que no se crea un sabio’ (Prov., 26, 5). En segundo lugar, por el bien de muchas otras personas, cuyo progreso espiritual podría ser impedido prevcisamente por los ultrajes que nos hayan sido hechos; y así dice San Gregorio que àquellos cuya vida ha de servir de ejemplo a los demás, deben, si les es posible, hacer callar a sus detractores, a fin de que no dejen de escuchar su predicación los que podrían oírla y no desprecien la vida virtuosa permaneciendo en sus depravadas costumbres'”3.
Notas: a) Imagen del encabezamiento: WilliamBouguereau_OrestesPursuedByTheFuries (1862) (Fuente: https://artvee.com/). b) Texto elaborado a partir de extractos resumidos de: ROYO MARIN, Antonio. Teología moral para seglares (1964).