C2. Moral especial-γ. 1. Deberes individuales de caridad.

Hay un amor puramente natural por el que se ama al prójimo por sus cualidades o dones naturales, sean materiales -como su belleza o fortuna- o espirituales -como su ciencia, ingenio o arte-. Hay otro amor, estrictamente sobrenatural, por el que se ama al prójimo por Dios y para Dios, o sea, se ama en cuanto hijo de Dios. El precepto de la caridad se refiere sobre todo a éste último.
1. El amor caritativo al prójimo
El prójimo susceptible de ser amado sobrenaturalmente son todas las criaturas de Dios capaces de gloria eterna, es decir, todos los hombres del mundo sin excepción, los bienaventurados del cielo y las almas del purgatorio. Quedan excluidos los ya condenados al inferno.
Este amor por caridad nace del acto interno, deseando al prójimo sinceramente toda clase de bienes, en particular la salvación de su alma, aunque también alegrarnos de su prosperidad o compadeciéndonos de sus adversidades. De este inicio o fundamento en el acto interno, los actos meramente externos, que coloquialmente suelen asociarse a la caridad, sólo son su consecuencia. Son particulares de atención los casos siguientes:
a) El amor a los pecadores. El hombre, en cuanto a imperfecto y pecador, no es digno de amor, pero en cuanto a hombre o criatura, es amable a Dios1. En cuanto criatura humana es capaz de arrepentimiento por sus pecados y capaz de gloria eterna, por lo que debe ser amado con amor de caridad. Precisamente, el mayor amor y servicio que se le puede prestar es ayudarle a salir de su triste situación. Por eso, el apostolado sobre los demás para atraerles al buen camino es el acto más exquisito de caridad que se puede realizar con ellos.
No es lícito desear un mal completo al pecador (por ejemplo, su condenación eterna), pero sí lo puede ser desearle algún mal imperfecto o temporal bajo el aspecto de que, mediante él, logre alcanzar un bien mayor (por ejemplo, una adversidad o enfermedad, para que recapacite y se conduzca hacia un mejor camino).
b) El amor a los enemigos. Éstos abarcan a aquellos que nos hicieron una verdadera injuria que no han reparado, aquellos que nos odian, o aquellos dignos de una justa antipatía racional por nuestra parte (por ejemplo, por su mal ejemplo). Este amor implica las siguientes obligaciones:
- Hay que amar a los enemigos con verdadero amor de caridad, pero no en cuanto a enemigos, sino en cuanto a hombres capaces de la eterna bienaventuranza.
- Obliga a deponer todo odio de enemistad y todo deseo de venganza.
- Obliga a otorgarles ordinariamente los signos comunes de amistad y afecto, y en determinadas circunstancias, incluso signos especiales.
- Obliga a procurar la reconciliación lo más pronto posible.
2. Orden de la caridad
a) Entre Dios y nosotros: Dios ocupa el primer lugar en el orden de la caridad, es a Él a quien primero, antes y más se debe amar: más que a nosotros mismos, más que a nuestra propia vida, más que a nuestra propia salvación, etc. Sin embargo, subjetivamente, no es exigible que aquí en el mundo nuestro amor a Dios tenga mayor intensidad subjetiva que a otros más cercanos, como nuestros familiares; bastaría que fuese mayor objetiva y apreciativamente, anteponiendo el amor de Dios a cualquier otro que entre en conflicto con él. La intensidad subjetiva no depende de la excelencia de lo amado sino de su cercanía a nosotros y de la viveza con la que lo aprehendemos. En el otro mundo, por contra y por la misma razón, todos amaremos a Dios infinitamente más que a nadie, incluso con intensidad subjetiva, cumpliendo así perfectamente -en todos sus aspectos posibles- el primer mandamiento del Decálogo.
b) Entre nosotros y el prójimo: Se dan las siguientes conclusiones de la doctrina moral cristiana:
- En igualdad de órdenes y de circunstancias, el hombre tiene obligación de amarse a sí mismo más que a su propio prójimo.
- El hombre debe amar más a su propio bien sobrenatural que el bien sobrenatural del prójimo.
- En desigualdad de bienes, el bien sobrenatural del prójimo debe prevalecer sobre nuestro propio bien natural.
- Nuestros deberes de caridad para con el prójimo están en proporción directa con la importancia de los bienes a que se refieran y con el grado de necesidad en que se encuentre.
- Entre los distintos prójimos debe guardarse un cierto orden y jerarquía, según su excelencia propia y el grado de proximidad a nosotros.
Notas: a) Imagen del encabezamiento: HenriLehmann_TobiasBringsHisBrideSarahToTheHouseOfHisFather,Tobit (1830–82) (Fuente: https://artvee.com/). b) Texto elaborado a partir de extractos resumidos de: ROYO MARIN, Antonio. Teología moral para seglares (1964).
- San Agustín, De doctrina christiana, 1.I, c.27; ML 34,29. ↩︎